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DESARROLLO ECONOMICO

Economías Sustentables: salvar el mundo y generar ganancias

En un momento de muchos cambios globales, ¿qué puede hacer el hombre para ayudar al planeta y hacer negocios al mismo tiempo?

Estamos viviendo un momento de muchos cambios. Cambia la forma de comunicarnos, de relacionarnos, de consumir y, sobretodo, hay un marcado camino hacia un cambio de paradigmas culturales y económicos. Si bien seguimos repitiendo los mismos modelos de producción, empezamos a darnos cuenta que estos no son tan efectivos para solucionar los problemas que aquejan al mundo: seguimos sufriendo crisis climáticas, financieras, ambientales, alimentarias. El planeta no resiste estos niveles de consumo ni producción…

¿Cuál es nuestro próximo paso?

Somos 7 mil millones de habitantes en el mundo y, según Naciones Unidas, para el 2050 seremos 9 mil millones. Para el 2030 aumentará un 50% la demanda de alimentos, 45% la de energía y un 30% la de agua. El consumo de recursos va en escalada y, sin embargo, tenemos un solo planeta para abastecernos a todos. ¿Qué pasa con su explotación?

La primera vez que se definió “desarrollo sustentable” fue en 1987 gracias al informe Brundtland, llamado “Nuestro Futuro Común”, y fue definido como “aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”. Cada vez más, se lo ve como un vehículo para lograr objetivos y metas medioambientales que tengan en cuenta al progreso social y económico de una organización, cualquiera sea ésta.

El concepto de economía verde es un término muy debatido por académicos, ambientalistas y políticos, pero todas las discusiones parten de un listado claro de supuestos que tienen en cuenta los costos económicos y sociales del cambio climático y la escasez de recursos (petróleo, agua y suelo). Consiste en mejorar el bienestar humano y la igualdad social, al mismo tiempo que se reducen los riesgos ambientales y se revierte la explotación desmedida de los bienes que nos da la naturaleza.

A lo largo del tiempo, se reconoció el derecho de cada nación de buscar el desarrollo social y económico, y se definió al desarrollo sostenible como “la integración del aspecto social y lo ambiental” (1992, Río de Janeiro. Conferencia de N.U., La Cumbre de la Tierra). En 2006, en Reino Unido, se comenzó a tener un registro económico sobre el impacto ambiental. Según el economista Nicholas Stern, era fundamental una inversión equivalente al 1% del PBI mundial para paliar las consecuencias del cambio climático, y si esto no era posible de realizar, el mundo se expondría a una recesión económica de un 20% del PBI global.

En 2008, se congelaron los fondos para enfrentar el cambio climático, en gran parte, debido a la crisis económica. Sin embargo, tanto desde los sectores más progresistas como desde los más conservadores, se percibe como necesario un cambio de paradigma económico. El concepto de economía verde, que en principio era promovido por ambientalistas y partidos verdes, fue tomado por distintos organismos internacionales, como la Unión Europea o Naciones Unidas, y modificado según sus propios criterios.

En 2012, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable en Brasil, también conocida como Rio+20, se acordó discutir por un lado, sobre una economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y por el otro, sobre la erradicación de la pobreza y sobre el marco institucional para el desarrollo sostenible. Se hizo un claro énfasis en la necesidad de un cambio de paradigma para un crecimiento económico más consciente.

En este contexto, se hizo patente que la crisis económica y financiera se suele utilizar como pretexto para no comprometerse con el medioambiente. Otros perciben como un ataque a su soberanía a cualquier acuerdo que intente controlar sus cuestiones económicas. En este grupo entran Brasil, India y China (el principal contaminador del mundo).

Muchas veces, la parálisis colectiva de los bloques económicos y políticos denotan que se anteponen los intereses propios por sobre la necesidad de acordar acciones conjuntas a escala global. Es necesario llevar a la mesa y debatir soluciones para la sostenibilidad, equidad, justicia y creación de empleo; más allá de los intereses de cada uno, dado que si no se piensa de manera global y colaborativa, el cambio de paradigma no es posible.

De qué hablamos cuando hablamos de economía verde La economía verde, según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y Caribe) es aquella que es baja en carbono, eficiente en el uso de recursos e inclusiva socialmente. Una economía donde el crecimiento de los ingresos y del empleo derivan de inversiones que promueven enfoques más limpios, la eficiencia en el uso de recursos, reducción en las emisiones de carbono y de la contaminación, prevención de la pérdida de biodiversidad y de la degradación de los ecosistemas.

Aún no es posible poner en práctica un modelo económico que considere los costos y beneficios ambientales en términos monetarios, en la contabilidad diaria. Para eso, es clave la promoción del desarrollo sostenible y en ese camino, la Economía Verde puede ser considerada como el trayecto de transición.

Algunas estrategias fueron las del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que propuso darle un precio a la naturaleza para que los empresarios y políticos tomaran conciencia del impacto que estaban generando con sus medios de producción. Se planteó esta forma como un intento de que empresas y políticos pudieran reconocer “en su lenguaje” los riesgos y costos invisibles de las consecuencias a largo plazo de sus acciones.

En un esfuerzo por comprender, se planteó que se podría medir el costo económico de la contaminación del agua, por ejemplo. Todo el dinero que se perdería a causa de los daños a la salud de la población, las pérdidas en puestos de trabajo y enfermos a los cuales habría que pagarles tratamientos, etc. Los costos de la atención médica a la población y los costos asociados a los posibles cargos que podría llegar a enfrentar la empresa o el gobierno.

Además, en un futuro, esa misma organización podría verse afectada desde un lugar económico asociado al deterioro de atractivo de inversiones. Esta hipotética situación, es uno de los escenarios posibles presentados, pero que en su forma de plantearse, genera un dilema que lo hace incompatible con la idea de economía verde.

Asignarle valor a la naturaleza plantea un problema ético, moral, y sobretodo, es la clave del meollo de la economía verde: pretendemos adaptar la naturaleza a nuestro sistema económico en vez de adaptar nuestra economía a la naturaleza. De hecho, como plantea la CEPAL, la definición de economía verde “resultará muy distinta en relación con su ubicación geográfica, su base de recursos naturales, su potencial humano y social y su nivel o modelo de desarrollo económico”.

Quienes promueven este tipo de sistema, buscan un aumento de las inversiones públicas y privadas en los sectores verdes, que dé como resultado un aumento de los empleos en los sectores verdes y un crecimiento económico que lo acompañe. Al mismo tiempo buscan disminuir el uso de energía y recursos naturales así como el del consumo intensivo en recursos, para que nuestra forma de desarrollo y dispendio comulgue con la posibilidad de una vida para las generaciones que vienen.

Una nueva forma de hacer negocios

Existen algunas empresas valientes que se toman el impacto ambiental y social con seriedad. Algunos ejemplos son Patagonia, Natura o Guayakí, empresas cuyo fin último no es simplemente el lucro, sino brindar una noción de impacto social y ambiental positivo.

Guayakí elabora productos de yerba mate desde 1996. Su objetivo es brindar productos orgánicos que generen beneficios para la salud, el medio ambiente y la equidad social. La empresa trabaja con pequeños y medianos productores indígenas, de modo horizontal, e invierten parte de la ganancia de las ventas, a través de un comercio justo, en la restauración del bosque de la Mata Atlántica, y del cuidado de su población, en Argentina, Paraguay y Brasil.

Natura comenzó a comercializar su marca EKOS hace 12 años, con el objetivo de hacer de negocios de manera sostenible. Los productos están basados en materia prima ecológica, y se envasan con PET reciclado o a base de caña de azúcar y papel reciclado. Implementaron un modelo de negocios donde acordaron con 23 comunidades rurales para repartir beneficios por 10.000.000 us$. Diego de Leone, Director de Unidad de Negocios para Operaciones Internacionales de Natura, reconoce que ” es un proceso complejo. Llegar a las comunidades que proveen materias primas y garantizar que ellas sean extraídas o cultivadas en forma sostenible a lo largo de toda la cadena exige conocimientos específicos y articulación de asociaciones con comunidades, cooperativas, ONG, centros de investigación y órganos del gobierno

Patagonia siempre lideró la producción de telas, tinturas, y elementos que cuidan el medioambiente. Fue la primera empresa B en California, y cuyo éxito es ser una empresa sustentable en el tiempo. En la actualidad, sus productos son 100% reciclables, y alientan a un consumo responsable.

Las crisis ambientales y sociales que estamos viviendo necesitan ser resueltas a través de diversos frentes, ya que son crisis multidimensionales. Pero sin duda, necesitamos más empresas que busquen mejorar sus métodos de producción y su calidad, reduciendo su impacto ambiental y mejorando su relación con las comunidades cercanas. Personas que se comprometan con las generaciones venideras y por lo tanto, con el medioambiente. Existe otra forma de hacer negocios, una forma más responsable.

www.infobae.com

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